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Imaginemos que el portal de nuestra casa recibe más visitas que la Virgen de Monserrat, en su Monasterio. Que el rellano de nuestra escalera alberga más gente que un concierto de los RollingStones.

Este es el caso de la propietaria de un coqueto piso en el Barrio Gótico de la ciudad condal que no dudó en instar el desahucio por actividades incomodas de su inquilino al convertir la vivienda en una casa de tolerancia. Y es que el ejercicio de la prostitución forma parte de una de las causas de extinción de un contrato de arrendamiento bajo la modalidad de actividades ilícitas (art. 27.2.e) LAU).

El asunto fue conocido por la Audiencia Provincial de Barcelona en su sentencia 28 de febrero de 2013, que confirmó la sentencia dictada por el tribunal de instancia. Moraleja: Se debe desconfiar de los edificios excesivamente visitados.

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